Los pueblos negros se visten de blanco
Atravesamos lo más crudo del invierno, la sierra se cubre de blanco y sobre los pueblos negros cae también la nieve. El Ocejón luce espléndido con lo que nuestra amiga Yolanda, llama su mantilla blanca.
La nieve nos deja preciosas imágenes. En estos días las redes sociales se inundan de fotografías que tanto pobladores como visitantes no paramos de hacer. Pueblos, arroyos, montañas y ríos trasladan a los habitantes de la ciudad la belleza de las nevadas.
Los habitantes de la sierra disfrutamos de bellos paisajes y también de algunos problemas bastante serios en ocasiones. Vivir en lugares con una baja densidad de población provoca sufrir el abandono de Administraciones y grandes empresas que se deberían ocupar de que no faltasen los servicios mínimos.
Sin embargo esta situación tiene que tener alguna virtud que nos engancha y hace que no se repita el éxodo rural hacia las ciudades que tuvo lugar hace unos años
Vivir en plena naturaleza a veces es duro pero enseña a ver la vida de una manera diferente. El hombre siempre se ha empeñado en dominar y transformar la naturaleza. Sólo en algunas culturas y en el caso de Occidente, algunas personas, intentan aprender para poder convivir con ella. Lo natural no siempre es amable, y a veces, es implacable. Nosotros somos una parte de esa Naturaleza, no sus dominadores. Si cambias el curso de un río, lo retienes o construyes tu vivienda por donde antes discurría el agua, puede que no pase nada, o puede que un día la naturaleza impetuosa y obstinada vuelva a sus orígenes, destruyendo todos los obstáculos a su paso.
Por eso te haces consciente de tu vulnerabilidad ante cualquier fenómeno atmosférico que se desate con cierta fuerza. Sin llegar a la inconsciencia, es agradable pasear entre un bosque bajo la lluvia o la nieve, escuchando el sonido del viento, tus pisadas en la nieve, los diferentes sonidos que te llegan y no conoces, solos tú y la Tierra.
Esta sensación de pequeñez ante los fenómenos naturales, lejos de hacerte huir a zonas más seguras y predecibles, te arraigan cada día un poco más a la tierra en su estado más primario.
Aquí podemos apreciar claramente las diferentes estaciones del año sin mirar el calendario, según la llegada de las aves y sus cantos, las diferentes etapas de las plantas, los olores, los colores….
Entre enero y febrero tenemos las temperaturas más bajas. La nieve nos visita con más persistencia. El sol de invierno con su luz fuerte y dura nos regala días preciosos de temperaturas engañosas y un fenómeno que da frío solo por verlo pero que siempre nos maravilla, la cencellada, donde el hielo cubre de escarcha las plantas y el paisaje que adquiere un aspecto mágico y helador.
El invierno es una magnífica época para viajar y disfrutar de la Naturaleza casi en soledad….sólo apto para personas humildes y sensibles ante la grandeza de las experiencias de lo natural.