Subir al Ocejón, la montaña mágica
La subida al Ocejón es una excelente ruta en cualquier época del año, pero en otoño es un mirador natural excepcional para admirar el colorido de los bosques de toda la sierra, el marrón anaranjado de los robles, las manchas amarillas a lo lejos de los abedules, el verde perenne de los pinares, los chopos amarillos al fondo de los valles…
Además la temperatura es probable que la temperatura nos acompañe en los soleados días de otoño. Se puede disfrutar sin el extenuante calor por la subida continua en otras épocas y sin el peligroso hielo del invierno. Aunque subir al amanecer en verano es francamente recomendable.
Comenzamos en Majaelrayo, uno de los pueblos negros que junto con Campillo de Ranas y sus barrios, son los dos únicos municipios del valle.
La senda está indicada y nos ponemos en camino, bien calzados y cómodos, porque vamos a encontrar un desnivel de unos 900 metros en algo menos de 7 kms. Llevaremos agua suficiente ya que no hay fuentes y algo de comer porque cuando lleguemos a la cima, a buen seguro que nos apetecerá dar cuenta de un bocado mientras contemplamos el paisaje.
Desde el comienzo nos ponemos en una ligera cuesta arriba que se va acentuando a medida que caminamos entra jarales. Antes cruzaremos un arroyo por uno de los puentes de pizarra que hay en esta zona.
Según subimos podemos entretenernos en distinguir los pueblos que vemos salpicados por el valle o llanura que se extiende entre el Ocejón y los profundos valles del Jarama y Jaramilla. Hubo un tiempo en que por ahí corrían con fuerza las aguas, modelando el paisaje hasta formar los ríos actuales.
Veremos Majaelrayo , Robleluengo, Campillo de Ranas, un poco más y ya distinguimos nuestro pueblo, El Espinar. Mas allá aparece el pantano de El Vado. En esta parte de la ruta encontraremos un cruce de caminos, ya que desde todos nuestros pueblos se puede subir al Ocejón.
El camino gira a la izquierda para entrar con alivio en un robledal que nos da sombra durante un tramo importante. Por aquí, cuando subes por primera vez, te llevas una sorpresa, al mirar hacia la cima tienes la sensación de que el Pico Ocejón es más imponente que desde abajo. Ya vas notando la subida en las piernas y mirando hacia tu meta, te parece que no hubieras ascendido nada, incluso todo lo contrario, ahora es cuando parece que vas a subir una montaña, no te desanimes, has subido y queda menos.
Por el robledal serpentea un camino que a veces parece que te aleja de tu objetivo girando a derecha y a izquierda….hasta que aparece la luz!! sales del robledal y te encuentras enseguida con un espacio abierto de praderas y rocas. Hay unas peñas que parece que te llamasen para hacer una parada y asomarte a toda la amplitud del paisaje que se abre, ahora también hacia el oeste y norte, mostrando un paisaje de montañas, Campachuelo, Cabeza de Ranas, San Cristóbal y a lo lejos El Pico del Lobo, estamos en Peña Bernardo.
Un buen lugar para tomarse un respiro porque queda lo más duro. La parte buena es que ahora sí ves cercano tu objetivo, aparece imponente pero cercano, primero el Ocejoncillo y a la derecha el Ocejón. Aquí la vegetación va cambiando dejando atrás robles y jaras para convertirse en una vegetación de altitud. El suelo aparece cubierto por un manto de hojas verdes, pequeñas y duras, según la época con flor o con frutos en forma de bayas rojas brillantes, es la gayuba, planta muy apreciada para uso medicinal.
Desde Peña Bernardo hay que continuar caminando por la pradera hacia una estrecha senda que sube hasta un collado, el collado del Hervidero o Perdices, a la izquierda del Ocejoncillo. Ha sido un camino intenso de fuerte pendiente. El collado, donde el viento suele azotar con fuerza, comunica las dos laderas del Ocejón, la occidental de donde venimos y la oriental que se une con el camino de Valverde de los Arroyos. Si se intercambian dos coches, es una buena opción como variante bajar después hacia Valverde y hacer el regreso en coche.
Ya desde aquí uno camina según sus fuerzas, se puede tirar un poco antes hacia la derecha por la cumbre del Ocejoncillo, o se puede pasar el collado y tomar el camino de Valverde. Nosotros cruzamos pero sin bajar del todo, bordeando el Ocejoncillo por las pizarras sueltas intuyendo una senda más o menos clara ¡¡no hay que dar un paso de más!!
Finalmente ya sí que coincidimos con el camino de Valverde. Todavía nos queda subir por la cresta pizarrosa donde se han hecho incluso algunos escalones sobre la pizarra para alcanzar la cumbre con el vértice geodésico donde es típico hacer una fotografía que de fe de que fuimos hasta la cima.
Si las nubes no lo impiden, desde allí podremos girar la vista 360º alargándonos kilómetros y kilómetros. Veremos perfectamente El Alto Rey y a lo lejos, si está despejado el Moncayo, toda la Sierra de Ayllón y más allá la Sierra de la Demanda, el Macizo del Lobo-Cebollera, Peñalara, las sierras de El Cardoso y La Puebla, después ya la campiña y a lo lejos Madrid con sus torres sobresaliendo en el horizonte.
Es imposible no quedarse un buen rato admirando y asimilando la belleza de todo lo que vemos.
Llega la hora de bajar, mucho más rápida pero no más suave pues las rodillas se resienten al tener que ir frenando.
Durante el recorrido, posiblemente podamos cruzarnos con algún corzo y al mirar al cielo, ver el elegante vuelo de algún buitre, águila etc…
Es una ruta accesible para casi todas las personas que les guste caminar, siempre que no se marquen retos ni superen su propio ritmo. El Ocejón es agradecido paro si te tienes que dar la vuelta antes, habrás podido disfrutar de unas vistas espectaculares desde los primeros metros.