Trasmochos en la sierra del Ocejón. Vestigios del pasado
Cómo el hombre transforma la Naturaleza para su supervivencia.
Los trasmochos son árboles que reciben este nombre por el tipo de poda que reciben. Ésta es muy severa, les corta la copa por arriba, trasmoche o desmoche, así como una gran parte de las ramas importantes. De esta manera se forma un árbol de anchísimo tronco y enorme copa, por lo que también se llaman árboles de sesteo ¿y quién sesteaba bajo su amplia copa?….pues el ganado, en especial los que venían de paso desde otras tierras, porque no olvidemos que en tiempos pasados por esta sierra transcurría una importante ruta de trashumancia hacia tierras extremeñas, que volvían a los aires frescos de la sierra en verano. La trashumancia tiene un origen muy antiguo, ya los visigodos la practicaban.
La importancia de los trasmochos es mucha y en variados aspectos.
Por una parte, nos hablan del pasado, de otra forma de vida que no debemos olvidar, entre otras cosas, por la impronta que han dejado en la fisonomía de la tierra. Lo que vemos es un paisaje totalmente transformado por la mano del hombre, al igual que ocurre con el carboneo. Estos paisajes forman parte de nuestro Patrimonio cultural, además del natural.
Los trasmochos, suponían la eliminación por tala de los árboles de alrededor hasta dejar ejemplares solitarios y dispersos, lo que facilita también el ensanchamiento de los troncos y copas. Esto creaba tierras de pasto y grandes árboles salpicando el paisaje.
A su valor etnográfico, tenemos que añadir la importancia ecológica que tienen en la actualidad. Con el paso de los años, al convertirse en árboles centenarios, esos gruesos troncos se han ido abriendo hasta formar oquedades que sirven de refugio para aves, insectos y pequeños mamíferos como jinetas o garduñas. También albergan hongos y líquenes.
Por si fuera poco, hay que añadir un valor cultural a estos árboles, venerados por nuestros antepasados. Incluso ahora, en algunos lugares siguen teniendo el mismo grado de devoción. Llenos de leyendas, en sus huecos te puedes encontrar algún tipo de ofrenda a la Naturaleza encarnada en estos ancianos ejemplares.
Alrededor de nuestra casa Al Viento del Ocejón, nos vamos a encontrar con grandes robles centenarios aislados o en muy pequeños grupos que van a ser un aliciente más para disfrutar de nuestros paseos.
Los robles trasmochados son un ejemplo del aprovechamiento del monte, además de su valor como árboles de sesteo, resultaban de gran importancia para los habitantes de estos pueblos. Las grandes podas se hacían cada 8 o 10 años. De ahí salían enormes cantidades de leña, fundamental para calentar los hogares de la sierra. Los troncos más rectos podían utilizarse para la construcción de las viviendas, aunque en este caso se buscaba más la madera de los robles que formaban masas boscosas.
Otra función muy significativa era el ramoneo para alimentar a los animales de los antiguos pobladores, fundamentalmente cabras. Los árboles con grandes troncos son muy productivos, regeneran muy rápido, echan muchísimas ramas tiernas que sirven de gran alimento para los animales. Como tenían cierta altura, eran los hombres, los que se subían al árbol y arrancaban estas ramas que lanzaban al suelo donde se encontraban los animales dispuestos a darse un festín.
Existían distintos tipos de podas. Vamos a hablar de dos que podemos apreciar mientras paseamos por los alrededores.
Poda de horca y pendón. Consiste en dejar el tronco principal vertical y cortar todas las ramas menos una lateral. Esta rama se iba engrosando y alargando hasta formar prácticamente un árbol horizontal, perpendicular al principal. En ese tronco salían las ramas utilizadas para el ramoneo. Además esta rama sirve para equilibrar el árbol y que no lo derrumbe el viento, pues se deja en el sentido opuesto al viento más fuerte. Los robles con este tipo de poda tienen una forma muy original, aunque debido al abandono de esta práctica, resulta difícil distinguirlos.
La poda en candelabro es más frecuente en nuestro territorio y más fácil de reconocer. Se dejan 3 o 4 ramas repartidas en el tronco, creando enormes copas. Este sería el caso del Roble Hueco de Campillo de Ranas, ¡todo un símbolo!
Porque ya hemos hablado de la importancia de estos árboles en las culturas ancestrales. Alguien me contó en una ocasión, no sé cuánto hay de cierto en esto, que hubo un tiempo en Campillo de Ranas, donde las mujeres llevaban a sus hijos recién nacidos y les metían la cabeza en la oquedad del centenario roble hueco para bendecirlos y atraer la fuerza de la Tierra representada por el magnífico árbol…..y dicen que al abandonar esa costumbre, esa oquedad se ha ido cerrando….una de las muchas leyendas que existen!!
Retomamos el papel ecológico de estos árboles, que hace que en muchas zonas, actualmente se estén haciendo estudios y se vuelva a la poda de trasmoche. Ya hemos dicho que debido al ensanchamiento de los troncos se producen grandes huecos que dan cobijo a algunos animales.
Hemos hablado de los insectos. Muy cerca de El Espinar hay un gran roble, al pasar junto a él, el sonido de las abejas zumbando nos llama la atención. Las abejas han hecho una colmena en su interior. Hacia mayo, cuando una colmena está ya muy fuerte, la reina tiene que salir con la mitad de las abejas para formar una nueva colmena, el tronco hueco de un viejo árbol parece un buen sitio para asentarse.
En esta tierra de apicultores, los antiguos habitantes tenían un gran dominio del medio en el que vivían por cuestión de supervivencia. Pues bien, había una forma de sacar la miel de estas colmenas naturales de tronco. Prendían con fuego los excrementos de animales, especialmente de vacas y lo metían dentro del hueco, aprovechando la salida de las abejas para extraer la rica y nutritiva miel, una forma casera de la moderna apicultura.
Otro ejemplo es el uso como refugio de los modestos ratones de campo, con un importantísimo papel en el traslado y dispersión de las bellotas al esconderlas en lugares más o menos lejanos donde brotarán los nuevos árboles. Se ha comprobado que en esta función son más importantes que los arrendajos y otras aves.
Estos árboles, testigos del pasado, están protegidos en algunas zonas, desgraciadamente no es nuestro caso. Se habla de volver a hacer trasmochos por su alto valor ecológico en las zonas donde no hay bosques cercanos. Aquí, en la zona de Campillo, el suelo se encuentra muy degradado y donde antes había bosques y después pastos, ahora crecen las jaras y estos viejos árboles van desapareciendo.
Algún día me gustaría que en Parque Natural Sierra Norte de Guadalajara, como en cualquier otro sitio, pero ya que aquí es donde vivimos, pues como digo, me gustaría ver protegidos y con un panel explicativo, nuestros árboles singulares, como el Roble Hueco de Campillo de Ranas. Se merecen nuestro respeto y cuidado. Nos sirvieron en tiempos remotos, y ahora sirven para preservar los ecosistemas y como símbolo de biodiversidad.