Monasterio de Bonaval. Si las piedras hablaran
Comencemos el 2015 describiendo una ruta donde la Cultura, el Arte y la Naturaleza se compaginan de forma maravillosa. Enclavado en un lugar inmejorable, muy cerca del Jarama y con un hermoso bosque de ribera encontramos el Monasterio de Santa María de Bonaval, desgraciadamente en ruinas por la dejadez y abandono de las Administraciones, esos entes incapaces de percibir la belleza y las huellas de la cultura que habla de nuestro pasado. Parece que acaban de comenzar algunos trabajos de mantenimiento ¡Ojalá sea cierto!
Volvamos a las románticas y bellas ruinas que todavía se mantienen en pie del que parece que fue el Monasterio cisterciense más meridional de Europa.
El primitivo monasterio se fundó en el año 1164 debido al deseo de Alfonso VIII de Castilla de repoblar la zona conquistada a los musulmanes y de reforzar con otros monasterios su presencia en la comarca. La primera orden que lo habitó fue la de San Bernardo, los llamados monjes blancos. En los primeros años sólo disfrutaron del usufructo, hasta 1175 en que el Rey les concedió la propiedad absoluta. A partir de esa fecha el monasterio fue creciendo ampliando el edificio y aumentando sus tierras gracias a las importantes donaciones que recibía.
Fueron varios siglos de esplendor y poderío hasta que comenzó el declive, perdiendo privilegios, dejando de ser Abadía y quedando bajo la jurisdicción de la Orden de Monte Sión de Toledo casi como un retiro para los monjes ancianos.
Llegó la época de las desamortizaciones, pasando a particulares, volviendo de nuevo al Císter, hasta que en 1844 pasó definitivamente a manos privadas. Ahí llegó la sentencia de muerte de Bonaval.
Se perdieron las obras de arte, archivos, libros y joyas que guardaba el monasterio. Fue pasando por diversos propietarios hasta el momento actual en que es propiedad de numerosas personas lo que hizo imposible su mantenimiento. En este momento, tras una intensa lucha ciudadana por salvar Bonaval, parece que hay esperanzas de que sea público y al menos, se mantenga y se cuide lo que queda de esta joya que sigue siendo de un valor incalculable.
Y a pesar del estado de ruina y abandono, lo poco que se conserva dejará una impresión imborrable en el viajero que se acerque. De claro estilo cisterciense, entre el Románico y el Gótico. Destaca la fachada sur con una gran ventana a modo de rosetón. La puerta de entrada al templo es también de arco apuntado con columnas a los lados y capiteles con ornamentación vegetal. Al lado se alza una torre que nos habla de un pasado poderoso a la que se sube por una escalera de caracol. Todo forma un conjunto estilizado con hermosos ventanales y arcos apuntados.
Hoy, todo este conjunto lo vemos desde una verja de seguridad que rodea el perímetro del templo ante el riesgo de derrumbe. Mantenemos la esperanza de que gracias a las Plataformas que se han creado para salvar este y otros monumentos abandonados en la provincia de Guadalajara, un día no muy lejano, podamos admirar este templo y recrearnos en su interior, al que ahora no se puede acceder con total seguridad.
Es uno de los rincones mágicos que abundan en las solitarias tierras de la Sierra Norte de Guadalajara. No resulta difícil dejarse llevar por evocaciones de otros tiempos y otras gentes que vivieron en ese lugar. El lugar da pie al gusto de relatar historias y leyendas.
El monasterio está construido con sillares de piedra caliza, el material más abundante en sus alrededores, para extraer la piedra no tenían que irse muy lejos, en un camino un poco más alto del que conduce al monasterio se pueden encontrar restos de la cantera de la que se extrajo la piedra.
Después de disfrutar de Bonaval y el precioso enclave donde se asienta, es muy recomendable aprovechar y realizar otra ruta cercana. Para ello hay que tomar la senda que sale a la izquierda un poco antes de llegar al Monasterio y hacer un recorrido por las Hoces del Jarama. En los espectaculares farallones de los cortados calizos podremos observar rapaces rupícolas. Siguiendo el curso del río llegaremos hasta el puente medieval de Valdesotos, en perfecto estado de conservación.
En este recorrido, recomendable en cualquier época del año pero especialmente en la primavera de aguas abundantes y el colorido otoño, nos acompañarán en distintos tramos robles melojos, quejigos, enebros, arces de montpelier, chopos y hasta olivos.