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Venta de la Vieja. Viajar en invierno

Vamos a hablar un poquito de la Venta de la Vieja, puerta natural que comunica la Raña con Siberia, o lo que es lo mismo, Campillo de Ranas y Majaelrayo, con Cantalojas (algún día hablaremos de” La Raña y Siberia” en una entrada conjunta con nuestros amigos de la casa rural Valdicimbrio).

collado de la Vieja nevado

         Collado de la Vieja nevado

 

De Majaelrayo a Cantalojas va una cañada, y hasta hace un tiempo, cuando venían miles de cabezas de ganado trashumante, al llegar a los pastos de Sonsaz, que están verdes y frescos en pleno verano, se quedaba allí buena parte de la cabaña ganadera venida desde los Montes de Toledo y Sierra Morena.

valle

caminando hacia el fondo del valle

valle

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Justo al coronar el puerto del collado la Vieja, bajaban por un corto vallecito por el que discurre un arroyo que nace en una turbera y que es todo pasto. En invierno la nieve suele cubrir estos pastos dejando al descubierto sólo el pequeño arroyo de La Vieja que serpentea por estos parajes, entre enebros, pinos y brezos. Los robles irán ganando terreno según nos adentremos en el valle.

Caminando por la nieve

Caminando por la nieve

 

Casi en la junta del arroyo de la Vieja con el Sonsaz, había dos edificios muy importantes: una ermita y una venta de los que quedan las ruinas de pizarra nada más.

Vista  panorámica de la venta y entorno

Vista panorámica de la venta y entorno

 

La ermita de Santa Ana era una ermita sencilla y muy pequeña, pero era un lugar obligado para los trashumantes ya que daban una misa al llegar para dar las gracias por el buen viaje que habían tenido después de casi un mes cruzando media Meseta.

Vista de la ermita de Santa Ana

Vista de los restos de la ermita de Santa Ana

 

Y reza el dicho: Santa Ana bendita, tú que vas sin cabeza ni brazo….y ni los más viejos de estos lugares se acuerdan cómo sigue, pero tenía varias estrofas!

Hoy, de esta ermita no quedan más que los restos de cuatro paredes de pizarra en una hermosa pradera.

La Venta de la Vieja era un lugar de parada y fonda para los ganaderos. Allí hacían noche y tenían comida. De esta venta, quedan también las ruinas con un techo a punto de hundirse del todo. Su futuro, como el de la ermita será volver a formar parte del medio natural en forma de pizarras esparcidas por el suelo.

Venta de la Vieja semiderruida

Venta de la Vieja semiderruida

 

ruinas de la venta de la Vieja

ruinas de la venta de la Vieja

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El paraje del que os hablo es precioso: hay una turbera justo enfrente de las ruinas de estos edificios y un cerezo centenario gigantesco……¡¡el cerezo más grande que hemos visto nunca!!

Turbera

Turbera

Cuántas historias habrá vivido ese cerezo, cuántas siestas de andaluces y extremeños debajo de su copa, cuántas peleas, cuántos amoríos,…

cerezo centenario

cerezo centenario

viejo tronco del cerezo

viejo tronco del cerezo

 

Hasta llegar a la venta el camino es muy bonito, caminando entre pastos hasta el fondo del valle. Según vamos llegando nos quedamos impresionados con el valle del Sonsaz que lo vamos viendo a nuestra izquierda para encontrarse con el arroyo de La Vieja justo detrás de estas construcciones, donde se abre otro espectacular valle, con una gran pared de cuarcita: la Peña del Recuenco que tiene algunos Quercus petraea, además de serbales, mostajos, arces de Montpellier…aunque por estar muy cerca del invierno, apenas podemos distinguirlos.

Peña del Recuenco

Peña del Recuenco

 

Es un lugar tan hermoso que pensamos que se merece una nueva entrada cuando llegue la próxima primavera y podamos hablar de la vegetación que rodea este abandonado paso tan importante en un tiempo para la trashumancia.

Para hacer esta ruta y otras muchas en la Sierra de Ayllón y Sierra Norte de Guadalajara puedes alojarte en nuestra casa rural Al Viento del Ocejón

 

Subir al Ocejón, la montaña mágica

La subida al Ocejón es una excelente ruta en cualquier época del año, pero en otoño es un mirador natural excepcional para admirar el colorido de los bosques de toda la sierra, el marrón anaranjado de los robles, las manchas amarillas a lo lejos de los abedules, el verde perenne de los pinares, los chopos amarillos al fondo de los valles…

Ocejón 3

 

Además la temperatura es probable que la temperatura nos acompañe en los soleados días de otoño. Se puede disfrutar sin el extenuante calor por la subida continua en otras épocas y sin el peligroso hielo del invierno. Aunque subir al amanecer en verano es francamente recomendable.

Comenzamos  en Majaelrayo, uno de los pueblos negros que junto con Campillo de Ranas y sus barrios, son los dos únicos municipios del valle.

Cartel Ocejón

La senda está indicada y nos ponemos en camino,  bien calzados y cómodos, porque vamos a encontrar un desnivel de unos 900 metros en algo menos de 7 kms. Llevaremos agua suficiente ya que no hay fuentes y algo de comer porque cuando lleguemos a la cima, a buen seguro que nos apetecerá dar cuenta de un bocado mientras contemplamos el paisaje.

Desde el comienzo nos ponemos en una ligera cuesta arriba que se va acentuando a medida que caminamos entra jarales. Antes cruzaremos un arroyo por uno de los puentes de pizarra que hay en esta zona.

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Según subimos podemos entretenernos en distinguir los pueblos que vemos salpicados por el valle o llanura que se extiende entre el Ocejón y los profundos valles del Jarama y Jaramilla. Hubo un tiempo en que por ahí corrían con fuerza las aguas, modelando el paisaje hasta formar los ríos actuales.

Veremos  Majaelrayo ,  Robleluengo, Campillo de Ranas, un poco más y ya distinguimos nuestro pueblo, El Espinar. Mas allá aparece el pantano de El Vado. En esta parte de la ruta encontraremos un cruce de caminos, ya que desde todos nuestros pueblos se puede subir al Ocejón.

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El camino gira a la izquierda  para entrar con alivio en un robledal que nos da sombra  durante un tramo importante.  Por aquí, cuando subes por primera vez, te llevas una sorpresa, al mirar hacia la cima tienes la sensación de que el Pico Ocejón es más imponente que desde abajo. Ya vas notando la subida en las piernas y mirando hacia tu meta, te parece que no hubieras ascendido nada, incluso todo lo contrario, ahora es cuando parece que vas a subir una montaña, no te desanimes, has subido y queda menos.

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Por el robledal serpentea un camino que a veces parece que te aleja de tu objetivo girando a derecha y a izquierda….hasta que aparece la luz!! sales del robledal y te encuentras enseguida con un espacio abierto de praderas y rocas. Hay unas peñas que parece que te llamasen para hacer una parada y asomarte a toda la amplitud del paisaje que se abre, ahora también hacia el oeste y norte, mostrando un paisaje de montañas,  Campachuelo, Cabeza de Ranas, San Cristóbal y a lo lejos El Pico del Lobo, estamos en  Peña Bernardo.

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Un buen lugar para tomarse un respiro porque queda lo más duro. La parte buena es que ahora sí ves cercano tu objetivo, aparece imponente pero cercano, primero el Ocejoncillo y a la derecha el Ocejón. Aquí la vegetación va cambiando dejando atrás robles y jaras para convertirse en una vegetación de altitud. El suelo aparece cubierto por un manto de hojas verdes, pequeñas y duras, según la época con flor o con frutos en forma de bayas rojas brillantes, es la gayuba, planta muy apreciada para uso medicinal.

camino del collado de las Perdices

Desde Peña Bernardo hay que continuar caminando por la pradera hacia una estrecha senda que sube hasta un collado, el collado del Hervidero o  Perdices,  a la izquierda del Ocejoncillo. Ha sido un camino intenso de fuerte pendiente. El collado, donde el viento suele azotar con fuerza, comunica las dos laderas del Ocejón, la occidental de donde venimos y la oriental que se une con el camino de Valverde de los Arroyos. Si se intercambian dos coches, es una buena opción como variante bajar después hacia Valverde y hacer el regreso en coche.

hacia el collado

Ya desde aquí uno camina según sus fuerzas, se puede tirar un poco antes hacia la derecha por la cumbre del Ocejoncillo, o se puede pasar el collado y tomar el camino de Valverde. Nosotros cruzamos pero sin bajar del todo, bordeando el Ocejoncillo por las pizarras sueltas intuyendo una senda más o menos clara ¡¡no hay que dar un paso de más!!12

 

vista desde el collado

Finalmente ya sí que coincidimos con el camino de Valverde. Todavía nos queda subir por la cresta pizarrosa donde se han hecho incluso algunos escalones sobre la pizarra para alcanzar la cumbre con el vértice geodésico donde es típico hacer una fotografía que de fe de que fuimos hasta la cima.

Ocejoncillo y Ocejón

Cruzando el collado. A la derecha el Ocejoncillo y más allá el Ocejón

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Ocejoncillo desde el Ocejón

 

Si las nubes no lo impiden, desde allí podremos girar la vista 360º alargándonos kilómetros y kilómetros. Veremos perfectamente El Alto Rey y a lo lejos, si está despejado el Moncayo, toda la Sierra de Ayllón y más allá la Sierra de la Demanda, el Macizo del Lobo-Cebollera, Peñalara, las sierras de El Cardoso y La Puebla,  después ya la campiña y a lo lejos Madrid con sus torres sobresaliendo en el horizonte.

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Es imposible no quedarse un buen rato admirando y asimilando la belleza de todo lo que vemos.

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Llega la hora de bajar, mucho más rápida pero no más suave pues las rodillas se resienten al tener que ir frenando.

Durante el recorrido, posiblemente podamos cruzarnos con algún corzo y al mirar al cielo,  ver el elegante vuelo de algún buitre, águila etc…

Es una ruta accesible para casi todas las personas que les guste caminar, siempre que no se marquen retos ni superen su propio ritmo. El Ocejón es agradecido paro si te tienes que dar la vuelta antes, habrás podido disfrutar de unas vistas espectaculares desde los primeros metros.

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Objetivo Pueblos Negros

 

Cada semana con mi cámara al hombro, mi fiel perro, compañero de tantas aventuras por estas montañas y mi hambre por descubrir rincones y paisajes nuevos me pierdo por estos pueblos y su entorno en busca de la fotografía imposible, esa que por muchas que haga me faltará siempre.

Fotografiando

Cada día descubro una luz diferente a las anteriores, texturas, incluso olores que desearía plasmar en una fotografía. Busco la Naturaleza en plena efervescencia,  a mi paso salen corzos, zorros y aves rapaces o coloridos pajarillos que intento atrapar con mi objetivo a pesar de las dificultades que provoca mi travieso compañero que sale corriendo y ladrando alegremente detrás de cada animal que se mueve por el bosque o entre las jaras ¡Quieto Boss!! le digo en voz baja, pero  este ya va corriendo veloz detrás de la pieza que al cabo de un rato de carrera le mirará desafiante desde una distancia segura.

corzos

La vegetación que me rodea también es foco de atención de mi cámara, en primavera las fotografías se llenan de color gracias simplemente a las pequeñas flores de intenso colorido, o  a los verdes primerizos que cubren el paisaje. Pero sin duda es el otoño, el rey del color en la fotografía.

agallón

 

Subimos fuertes pendientes para poder fotografiar a vista de pájaro los valles y pequeños pueblos que los salpican. Desde lo alto de las montañas, sentimos mejor la inmensidad de la soledad que transmite la Sierra de Ayllón, grandes extensiones de naturaleza sin apenas  población, abruptos perfiles escarpados, profundos barrancos labrados por ríos y arroyos.

Desde las alturas

 

De las cumbres bajamos a la profundidad de los barrancos en busca del agua. Quiero capturar el movimiento en las cascadas y constantes saltos que se forman. O bien, en los remansos, intento captar la vegetación acuática bajo las transparencias….y también los reflejos que persigo…….buscando…..¡qué se yo!

reflejo en el agua

 

De regreso a casa me voy encontrando con el ganado que hasta hace no mucho tiempo fue el principal motor de la economía tradicional de la zona. Fotografío las vacas negras como el azabache, sus terneros, las ovejas y sus guardianes, los fieros mastines, consiguiendo fotografiar la amistad imposible entre estos y mi pequeño compañero.

perros y vaca (2)

 

Ya con los pies en tierra, me encuentro con el mundo rural, sus gentes y sus pueblos, y enfoco mi cámara….disparo a los rincones que no por conocidos dejan de atraerme y descubrirme nuevas visiones.  Los Pueblos de la Arquitectura Negra están aún por descubrir. Yo lo intento cada día con  mi cámara, diferenciar sus matices, ver los diferentes colores del negro que está lleno de azules, tierras, morados. Recovecos escondidos, plazas algo difusas, pequeñas iglesias de bellas espadañas, calles desperdigadas con el encanto del desorden, hermosas ruinas que me muestran su propensión a volver a formar parte de la propia tierra…cada pueblo es diferente de los demás, a pesar de que todos tienen en común la unidad con el entorno natural donde se asientan. Nunca me canso de fotografiarlos y nunca consigo sacar lo que veo, pues siempre es igual pero siempre es diferente.

calle arquitectura negra

Desde la Casa Rural Al Viento del Ocejón, agradecemos a Javier, con su compañero de andanzas Boss, todas las fotografías que nos regala. Por eso he tratado de imaginarme y escribir sobre las vivencias de este aficionado a la fotografía y su inseparable perro.

 

 

 

 

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